Consejos para freelancers Qué es la autodisciplina y cómo desarrollarla
La autodisciplina es clave para enfocarte y rendir bien. Descubre cuáles son sus características y cómo puedes desarrollarla o fortalecerla.
La inteligencia emocional es reconocer sentimientos propios y ajenos, saber entenderlos y cómo gestionarlos. Actualmente, es tan relevante como la inteligencia lógica-matemática para el bienestar personal, el crecimiento profesional y la calidad de nuestras relaciones.
Pero, ¿por qué es tan útil en el trabajo y cómo empezar a desarrollar la inteligencia emocional? En este post te explicamos todo, desde su definición y componentes principales, hasta los beneficios y pasos para fortalecer la IE.
La inteligencia emocional (IE) es la habilidad de reconocer lo que sientes, entender por qué y manejar esos sentimientos a tu favor. También implica detectar y comprender lo que sienten los demás para relacionarnos mejor.
La IE ha sido un tema de estudio durante décadas. Sin embargo, el concepto moderno fue planteado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer a inicios de los 90. Años más tarde, Daniel Goleman lo popularizó con su libro “Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ”.
A todo esto, tener inteligencia emocional no significa tragarse el enojo ni “hacerse el fuerte”. Más bien involucra aceptar lo que sientes y canalizarlo de manera constructiva para tomar decisiones más conscientes.
De acuerdo con el libro de Goleman, la inteligencia emocional está compuesta por cinco grandes habilidades:
Autoconciencia emocional. Es decir, darte cuenta de lo que estás sintiendo y entender cómo influye en lo que piensas y haces. Por ejemplo, notar que estás irritable porque llevas días estresado, y no porque tu compañero sea el problema.
Autorregulación. Tiene que ver con gestionar tus emociones para no reaccionar en automático. Implica hacer una pausa, elegir tus palabras y responder de forma consciente.
Motivación. Se trata de usar tus emociones para sostener el esfuerzo hacia metas que te importan. Incluye constancia, resiliencia y sentido de propósito, incluso cuando no hay resultados inmediatos. Checa estas frases motivadoras.
Empatía. Consiste en percibir y comprender lo que expresan otros con palabras o gestos. Esto implica practicar la escucha activa y responder teniendo en cuenta esas emociones.
Habilidades sociales. Se refiere a la forma en que usas las emociones y empatía para relacionarte con los demás. Por ejemplo, mediar en un desacuerdo entre dos colegas y ayudarles a encontrar un acuerdo sin que nadie se sienta atacado.
Estos cinco componentes forman la base de las habilidades emocionales, según Goleman. Mismas que pueden ayudarte a tomar mejores decisiones y a moverte con más claridad en el trabajo o en lo cotidiano.
La inteligencia emocional influye en cómo piensas, decides y te vinculas con los demás. Es por ello que su importancia impacta en varios aspectos:
Bienestar y salud mental. Cuando entiendes y regulas lo que sientes, es más fácil manejar el estrés, la ansiedad y los conflictos internos sin que te desborden.
Relaciones personales más sanas. La empatía y la autoconciencia emocional permiten escuchar mejor, expresar desacuerdos con respeto y resolver problemas sin dañar el vínculo.
Decisiones más claras. Un estudio académico indica que una mayor inteligencia emocional se asocia con mejor calidad en la toma de decisiones.
Desarrollo profesional e impacto laboral. Desarrollar habilidades emocionales mejora el desempeño, la satisfacción y la permanencia en la organización, según meta-análisis publicado en Frontiers in Psychology.
En resumidas cuentas, la IE es una base práctica para cuidar tu bienestar, mejorar tus relaciones y avanzar de forma más sostenible.
¿Cómo se ve la inteligencia emocional en el trabajo?
Se nota en cómo manejas el estrés, das o recibes feedback o la forma en que te relacionas con los compañeros.
Esto, en efecto, aporta grandes beneficios, ya sea que trabajes desde una oficina o de forma remota:
Gestión más sana de la presión. Puedes identificar cuándo el estrés te está pasando factura y hacer ajustes antes de explotar o bloquearte.
Mejora de la comunicación efectiva. Te expresas con claridad sin atacar y escuchas lo que el otro quiere decir, aunque cueste.
Liderazgo con más calma. Un líder con inteligencia emocional motiva, contiene al equipo en momentos tensos y maneja conflictos sin sumar más ruido.
Mejoras tu gestión del tiempo. Aprendes a priorizar tareas con calma, en lugar de reaccionar solo a la urgencia o al estrés.
Clima laboral más sano. Disminuyen los malentendidos, las tensiones innecesarias y se forman interacciones más respetuosas y colaborativas entre miembros de un equipo.
Más colaboración, mejores resultados. Cuando hay mayor entendimiento, se gasta menos energía en conflictos y se enfoca en objetivos compartidos.
Para muchas empresas, la IE es tan importante como otras habilidades blandas/soft skills, incluyendo el liderazgo y el trabajo en equipo.
Ahora bien, ¿cómo funciona la gestión emocional en la práctica?
Los siguientes ejemplos lo muestran con claridad:
Recibir una crítica con apertura. En lugar de tomártela como un ataque, escuchas el punto, haces preguntas y respondes sin elevar el tono ni dejarte llevar por el impulso. Esto combina la autorregulación y empatía.
Poner límites sanos. Aclarar a un cliente que no puedes aceptar una tarea sin revisar antes los plazos, en vez de decir que sí y guardarte molestias.
Conducir una reunión en medio de la tensión. Reconoces esa tensión en voz alta con respeto y abres espacio para que todos expresen su postura antes de seguir avanzando.
Manejar el miedo al error. En lugar de paralizarte, admites que algo te genera inseguridad y buscas apoyo en otros hasta sentirte más preparado.
Equilibrar el trabajo y la vida personal. Cuando empiezas a notar señales de cansancio, actúas. Reorganizas tu agenda, optas por delegar funciones puntuales y te das tiempo para recuperarte antes de llegar al desgaste extremo.
La inteligencia emocional se practica en acciones tan simples como hacer una pausa antes de responder. Pequeños gestos como estos pueden transformar tu día a día y tu forma de trabajar.
Para fortalecer tu inteligencia emocional, te dejamos algunos pasos que pueden serte de utilidad en lo cotidiano:
Practica el autoconocimiento diario. Lo primero es entender qué sientes y el porqué para tomar decisiones con más claridad y actuar con intención. Prácticas simples, como una breve lluvia de ideas y un registro diario de emociones, pueden ser útiles para conocerte a ti mismo.
Identifica tus emociones con nombres. Cambiar “estoy mal” por una emoción concreta (frustración, cansancio, ansiedad) te permite saber qué necesitas y cómo regularte mejor.
Usa micro-pausas. Contar hasta cinco, respirar o esperar unos minutos antes de enviar un mensaje o responder, evita reacciones impulsivas y conversaciones innecesariamente tensas.
Practica la empatía todos los días. Escucha sin apurarte, haz preguntas abiertas y presta atención al tono y al lenguaje corporal. Eso mejora tu lectura emocional de los demás.
Pide retroalimentación sobre tu forma de comunicarte. Pregunta a personas cercanas cómo perciben tus reacciones o tu tono. Esa mirada externa es clave para ajustar tu comunicación emocional.
Cuida tu cuerpo para regular mejor tus emociones. Dormir mejor, alimentarte bien y moverte un poco cada día, fortalece tu capacidad de mantener la calma, incluso en situaciones tensas.
Reservar pequeños momentos de deep work también puede ayudarte a mantener estabilidad emocional durante el día.
La inteligencia emocional es, en esencia, la capacidad de entender lo que sientes, gestionar tus reacciones y conectar mejor con los demás. Es por ello que influye directamente en tu bienestar, en tus relaciones y en tu forma de trabajar.
Velo así: fortalecer habilidades emocionales es apostar por ti mismo: te da más criterio para decidir y más recursos para manejar los retos diarios. Por lo tanto, no es un lujo, sino una inversión para construir relaciones a largo plazo.
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La inteligencia emocional es la capacidad de darte cuenta de lo que sientes y entender el porqué. Esto implica también saber manejarlas y considerar cómo afectan a los demás para tomar decisiones más sanas y construir mejores relaciones.
No es algo que todos tienen por naturaleza, pero sí, puede desarrollarse. El autoconocimiento, la regulación emocional y la práctica diaria en tus relaciones ayudan a fortalecerla poco a poco.
Porque ayuda a regular el estrés, colaborar mejor y resolver conflictos sin escalar los problemas. También facilita que los equipos alcancen resultados de forma más sostenible y contribuye en la mejora del clima laboral.
No es que una sea más importante que la otra. Sin embargo, la investigación muestra que quienes gestionan mejor sus emociones tienden a obtener mejores resultados y relaciones más estables.
Fuentes:
Modelo de capas sobre la inteligencia emocional
EMOTIONAL INTELLIGENCE: WHY IT CAN MATTER MORE THAN IQ
La IE en la toma de decisiones eficaz
Meta-análisis sobre inteligencia emocional y resultados laborales
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